lunes, 14 de febrero de 2011

Primeros pasos

MMientras estaba absorto en sus pensamientos, allí tumbado mirando al techo, se acordó de una época de su juventud. Por aquel entonces era lo suficientemente joven como para no saber nada acerca de como tratar a una mujer.

Se encontraba en su cafetería favorita por aquel entonces. Tomaba un expreso de máquina. En la cafetería sonaba “The End” del grupo The Doors. Según el una de sus canciones favoritas. La cafetería por lo general tenía una decoración de la época dorada de la música psicodélica, lo que explica la música que sonaba de fondo. Justo en el momento en que la canción entraba en éxtasis con el sonido de los animales, entro ella por la puerta. Llevaba un vestido rojo ceñido al cuerpo. Un cuerpo en el que no había ausencias de curvas. Tenía unos ojos de leona hambrienta, acompañados de una media melena negra azabache. El se sentía como una presa de ella, pues sus ojos no se dejaban de cruzar en todo el tiempo que estuvieron allí, sin mediar palabra el se fue por un lado y ella por otro.

Así pasaron las semanas. El volvía a la misma cafetería a buscarla, pero ella no aparecía. Llegó hasta pasar cerca de dos meses, cuando había perdido la esperanza, fue cuando ella volvió a entrar. Sus miradas se cruzaron nuevamente. Esta vez el quería acercarse y decirla algo, pero las palabras no se formaban en su garganta ni en su cabeza, pero si en su corazón. Aún así se acerco sigilosamente, sin quitarle los ojos de encima. Ella le sonrió, la devolvió la sonrisa, pero aún no sabía que decir. En su mente una idea surgió “ a veces sobran las palabras”. Se tiró al vacío con el fin de encontrar sus labios. Tras lo que le pareció el infinito, llegó a besarle, y ella le devolvió el beso. Abrazados salieron de la cafetería sin rumbo fijo.

Horas más tarde salieron juntos de un hostal de mala muerte. Allí había pasado uno de los momentos más placenteros e infinito con ella durante horas. En la esquina se despidieron con un “pronto te llamo” de parte de ella. Pero más tarde supo que había sido presa de una leona que nunca más le volvió a llamar. Allí tumbado mirando el techo, su nombre ya no importaba nada.

No hay comentarios: