lunes, 19 de diciembre de 2011

Martes Noche

Martes noche. Judith se acicala ante el espejo en su apartamento. Se maquilla y se perfuma con su mejor perfume. Había quedado con él. Lo conoció por una página web de contactos, de esas que ayudan a esta sociedad individualista que ha olvidado como cortejar a la antigua usanza. Según su descripción se trataba de un varón de veintitantos, castaño oscuro, ojos marrones, uno ochenta y tantos, de complexión normal tirando a delgada.

Salió de su apartamento a la gélida noche. Había una especie de niebla en toda la ciudad. Se dirigía hacia el Parque Colón donde habían quedado. Por el camino más de un viejo verde le soltó algún piropo algo salido de tono. Malditos pervertidos pensó, a la vez que se intentaba bajar la falda. Siguió andando por la calle, en la fría noche que la erizaba los pezones. Noto como sus latidos aumentaban a medida que se iba acercando a su destino.

-Joder, parezco una colegiala.

Comenzó a bajar por la calle Toro, hacia la Plaza Mayor, y de ahí por Varillas hasta San Justo. En San Justo se encontró unos puestos de verduras y frutas, como un mercadillo pequeñito. Siguió avanzando hacia el Parque Colón por la calle que lleva a la Torre del Clavero. Allí no había nadie, por lo que decidió sentarse a esperar en uno de los bancos. Al cabo de unos cinco minutos vio una figura subir las escaleras que dan al juzgado. Encajaba con la descripción de la web. Varón de metro ochenta y tantos, complexión normal tirando a delgada, ojos marrones, pelo castaño oscuro, de unos veintitantos.

Se le fue acercando poco a poco. A medida que se le acercaba notaba cada uno de sus latidos, como si fueran a crujirle la caja torácica. Cada vez estaba más cerca de ella. Se empezó a ruborizar, no podía evitarlo.

-Joder, parezco una colegiala.- dijo para sí

-Perdona, ¿qué has dicho?

-Nada,… eh… ¡hola!

-Hola. – le contesto dibujando una sonrisa

Esta vez sí que no pudo evitar ruborizarse, era tan atractivo (para ella). Le encantaba los hombres así. Pelo despeinado, barba de 4 semanas, unos ojos expresivos, ¡que ojos!

-Bonitas piernas

-¿Qué?

-Que bonitas piernas

-Gra… gracias, supongo.- Esta vez se puso roja como un tomate.

-¿Estás bien?

-Si… si, no es nada

-¿Segura? Estás muy roja

-Enserio, no es nada

-Vale, si tú lo dices. ¿Te apetece tomar un café?

-Me parece bien.

Ambos caminaron juntos hacia el bar más cercano a tomar un café. Mientras andaban no puedo evitar mirarle el culo. Pero para su decepción el abrigo se lo tapaba. Mierda. Siguió mirándole durante un rato largo e incomodo silencio.

-Bueno,… ¿de dónde eres?

-De aquí, ¿tu?

-De allí, ja ja ja

-Que gracioso, enserio, ¿de dónde?

-Ya te lo he dicho de allí.

Se fijo que le estaba señalando una calle.

-¿De aquí entonces?

-No, no, de allí. Soy de donde esta mi hogar, y en este caso, esta allí, por esa calle.

-Comprendo, eres un alma libre que no se ata.

-Se podría decir que algo así.

-Ya entiendo.

Entraron en el bar para tomar un café. Él se pidió un café solo doble sin azúcar. Ella un te rojo. Se sentaron al lado de una ventana. Empezaron a hablar, y lo estuvieron haciendo durante horas, a lo largo de dos cafés, tres tés, y cuatro tubos de cerveza. Tenían algunos gustos símiles, y otros en discrepancia, pero ambos tuvieron la misma opinión cuando ella dijo:

-¿Follamos?

-No suelo ir al tema en la primera cita, pero ¡diablos!, por qué no.

-¿Te sabes de algún hostal cercano?

-Mejor que eso, vamos a mi piso.

Salieron del bar, en dirección al piso de él. Por el camino no pudieron evitar pararse a besarse cual dos enamorados. Finalmente llegaron a su piso. Subieron las escaleras andando, parándose en cada rellano. Al llegar a su puerta, ya habían perdido la mitad de la ropa que llevaban. Abrió la puerta y entraron rodando por el suelo. Les costó un rato llegar hasta la cama, pues se pararon por el camino a disfrutar de la encimera, el suelo, el sofá, otra vez el suelo, y finalmente la cama.

Se despertó al día siguiente, le parecía que había pasado una eternidad. Pero realmente solo habían pasado unas pocas horas. Se levantó despacio viendo como él dormía plácidamente. Se vistió poco a poco, con la poca ropa que tenía en el piso, pues el resto estaba bajando las escaleras. Abrió la puerta y pensó “Adiós loco mío”, y se fue cerrándola cuidadosamente para no despertarlo.

Él se despertó. Miro a su alrededor no había rastro ninguno de ella, solo el condón cuidadosamente atado, como un regalo con lazo, tirado en el suelo. Fue lo que le indico que no había sido un sueño.

2 comentarios:

. dijo...

No desentonan unas medias negras por ahí pululando, de hecho podría valer bien como hilo musical. Si te das cuenta, es un patrón que tienes para los relatos... aunque llevabas bastante sin escribir algo así, primer encuentro, lujuria, y la huida a hurtadillas de ella.

gatines y huevos fritos dijo...

muy bueno el blog loko!! pero k pasa ahora te ha dado por los relatos eróticos?? jjejee