jueves, 15 de abril de 2010

el embajador de sodoma y gomorra

En un espacio de ni setenta metros cuadrados, allí no pasaba el tiempo, en un espacio infinito recorriendo el gotele de las paredes con los ojos, allí sentado en el suelo con las piernas cruzadas y los brazos en la nuca, allí sentado al mismo tiempo que no estaba.
Se preguntaba por todo y por nada, por el espacio y el tiempo. Se levanto al mismo tiempo que se colocaba el calzoncillo. Fue hacia la nevera cuando se tropezó con un tanga de esa diosa que le abrió la puerta del mas oscuro placer. Ella le provocaba de manera consciente y él intentaba evadirla pues no quería caer en sus redes, ya que Cupido anteriormente no le había ayudado mucho. Pero no podía evitarla. Todas las noches recorría en su imaginación sus curvas, cada una de las texturas de su cuerpo. Se la imaginaba desnuda como una diosa hija del propio Zeus. Así en un pensamiento y sueño despierto se evadía de la cruda realidad, ella nunca le pertenecería, y el lo sabía. Se daba de bruces contra el suelo cuando despertaba, cuando en un recuerdo el era el embajador de sodoma y gomorra.



Dedicado a un buen amigo por una semana de risas y excesos.

1 comentario:

Diva hebrea dijo...

Uno solo debe enamorarse del momento...
Rebueno te ha quedado...